Monday, July 04, 2011

Recibir el conocimiento.

Pienso que recibir es intrínseco a sí: el recibir se recibe en sus propios términos – y para la paz ideal, parecería imposible.

Debemos sensibilizarnos a recibir, estar dispuestos, anotó Benjamin S. Bloom en su Taxonomía: cada vez que recibimos un conocimiento, ya está siempre una base de aprendizajes activos – se congregan en mí para disponerse a recibir.

Mas el conocimiento es de cuantías inimaginables. A veces, todo comienza de nuevo. Por ejemplo, supondré no sin cautela, el morir de mi amigo. Ello lo he de recibir – mi preparación es destruida cuando ya recibo -sin poder realmente- el conocimiento y la verdad de esta muerte. La vi venir, pero no como ahora mi pensamiento se hace carne y sangre, y una plétora de sustracciones en mi vida misma, conociendo lo que conozco ahora. Creí verlo venir – no fue así.

El conocimiento, el aprendizaje significativo, es tan fuerte y tan grave como este ejemplo en el límite. Me ahuyento de que llegará, de que viene, de que he de recibirlo – mi precomprensión es, sin embargo, precaria. No se ve venir el conocimiento, es invisible el significado; y las consecuencias de aprenderlos, promete ser, y es, una ola de fuego que rompe contra mí.

Mi condición es humana, he de aprender. Cuántos pliegues de indetección reptan en esta verdad. Cómo habré de girar, cuando mis costumbres cognitivas, la singular organización de cada mente, reciba la contradicción dolorosa, aquél llamado de la realidad, que nunca logra estar. Cantidades de disonancias padecerá mi peculiar psicología, una reforma anímica sin tregua, agresiva. ¿Seré capaz de reconocer lo benéfico de haber recibido, de golpe, o de un cielo vacío, esta nueva verdad? ¿Es así como he de recibir esto? He de atender a ello, respondería Bloom. Mas no puedo atender a ello, si soy yo la que ha recibido el conocimiento – debo sanar mis heridas.

La contradicción la acepto, porque no espera a ser recibida de manera dispuesta. Podría ser que me quitó todo, este conocimiento, esta insospechada verdad. Casi muero, pero la reconozco, por dura obligación, y el esfuerzo de la alegría. El tiempo me apoya, pues quizá, con trabajo, comprenderé lo que es conocer este conocimiento. Mientras, ¿recibiré reconocimiento de aquello que tan bruscamente recibí, esta filosa verdad que apenas comienzo, y para siempre comenzaré, a comprender? Recibir el conocimiento no tiene prevaloración, pues no se conoce ideal y esquemáticamente lo que conocer es, cada vez que conozco, y con aplomo, recibo lo que es y será la sabiduría.

Sabiduría me dice que, al recibir el conocimiento, aprendo a recibirme yo, recibiendo. ¿Qué significa esto? Recibo el conocer, y así recibo mi yo o mi sujeto, cada vez de nuevo, cada vez reconocido por recibir. Pues cada vez recibo yo un aprendizaje sobre qué es conocer – una educación dura. Y si así es el corazón del recibir, entonces quizá he de significarme yo, tentativamente, y recibirme: significaré, uniré, este hilo secreto que soy, que muestra su mano y actúa para tratar de recibir cada verdad que me es dada, en cada recibir.