Dominar el espacio aun sin ser percibida, encontrar el encanto de lo nuevo que es futuro, pasado; presente que pasado es en un segundo.
Siempre he vivido la libertad como un juego de la vida.
Vuelo, salto, busco, llego… la emoción domina, la sorpresa asecha,
lo inesperado espanta.
¡Hey, Detente!, no lleves tanta prisa.
Sin embargo, no escucho. Sigo, vuelo, canto con mi cuerpo,
y con el cuerpo de la vida.
¿Cuál es el cuerpo de la vida?
Árboles, aire, lluvia, fuego que te envuelve.
Amor y deseo, dicha y tropiezo y vuelve a ser dicha. Los brazos que te abrazan, los labios que te besan, quien te ama, a quien amas.
Mujer incontrolable, aplomada y decidida.
Sobria y sombría, brillante y difusa.
¿No terminarás nunca? ¿No te mantendrás quieta?
Duermes poco, sueñas mucho.
Quieres mucho y entregas vida… otorgaste vida sin siquiera pedir nada a cambio. Demandas libertad, comprensión; das ayuda, respeto, conocimiento.
¡Hey, Detente!, no lleves tanta prisa.
Y sigo, corro, amo; me entrego al amor, al compromiso, al destino.
Cuando la muerte nos alcance…
¡Mujer! No habrá tal, porque somos más vida desde nuestro plexo hasta los rayos de sol que nutre la tierra.
¡Mujer! Nutre de vida y amor, trabajo y fuerza la tierra que pisas
con aplomo y seguridad infinita.
Si tus pasos salvan, si tu alma vibra, si tus manos dan, si tu corazón siente…
Entonces, no hay nada de que dudar, de que temer.
Irrumpes y calmas, reconfortas y alteras, consuelas y matas pero vuelves a amar.
No detengas los pasos, sigue las huellas
que de la experiencia han marcado otras mujeres incansables y divinas.
Mantener el asombro, la duda, la necesidad de respirar el aliento del amor
y la ternura de la noche que cobija la necesidad de buscar.
Búsqueda inalcanzable.
Pasas sin freno, mujer, pero cautelosa de la noche oscura.
Encuentras siempre la paz, en el pecho suave del cuerpo de la vida.
Siempre he vivido la libertad como un juego de la vida.
Vuelo, salto, busco, llego… la emoción domina, la sorpresa asecha,
lo inesperado espanta.
¡Hey, Detente!, no lleves tanta prisa.
Sin embargo, no escucho. Sigo, vuelo, canto con mi cuerpo,
y con el cuerpo de la vida.
¿Cuál es el cuerpo de la vida?
Árboles, aire, lluvia, fuego que te envuelve.
Amor y deseo, dicha y tropiezo y vuelve a ser dicha. Los brazos que te abrazan, los labios que te besan, quien te ama, a quien amas.
Mujer incontrolable, aplomada y decidida.
Sobria y sombría, brillante y difusa.
¿No terminarás nunca? ¿No te mantendrás quieta?
Duermes poco, sueñas mucho.
Quieres mucho y entregas vida… otorgaste vida sin siquiera pedir nada a cambio. Demandas libertad, comprensión; das ayuda, respeto, conocimiento.
¡Hey, Detente!, no lleves tanta prisa.
Y sigo, corro, amo; me entrego al amor, al compromiso, al destino.
Cuando la muerte nos alcance…
¡Mujer! No habrá tal, porque somos más vida desde nuestro plexo hasta los rayos de sol que nutre la tierra.
¡Mujer! Nutre de vida y amor, trabajo y fuerza la tierra que pisas
con aplomo y seguridad infinita.
Si tus pasos salvan, si tu alma vibra, si tus manos dan, si tu corazón siente…
Entonces, no hay nada de que dudar, de que temer.
Irrumpes y calmas, reconfortas y alteras, consuelas y matas pero vuelves a amar.
No detengas los pasos, sigue las huellas
que de la experiencia han marcado otras mujeres incansables y divinas.
Mantener el asombro, la duda, la necesidad de respirar el aliento del amor
y la ternura de la noche que cobija la necesidad de buscar.
Búsqueda inalcanzable.
Pasas sin freno, mujer, pero cautelosa de la noche oscura.
Encuentras siempre la paz, en el pecho suave del cuerpo de la vida.