El místico especulativo alemán, Jakob Boehme, influencia poderosa sobre Schelling y Hegel, promete en sus libros el acceso meditado a la plenitud de una experiencia.
Un interés por la estructura de la experiencia hizo de Boehme mucho más que el pensador luterano que fingía ser: en su discurso el Λόγος Juanino se torna la máscara de un oscuro caos, una intensidad que propicia y da fundamento a la experiencia:
Boehme, como otros, hace diferencia entre deidad y dios, y toma el nombre Cristo como concepto del cálculo afectivo e intelectual que será la experiencia: asaltado violenta y ferozmente por la deidad, Cristo es mantenido intacto, desde lejos, por el dios.
En la lógica de Boehme, el desbordamiento proyectivo de lo interior y lo exterior del ser humano es causado por anhelo: Cristo busca vivir y ‘encarnar’ la diferencia en sí entre deidad y dios.
Esta diferencia, una partición caótica que se muestra como λόγος, es percibida por Boehme como el primer sitio donde algo podrá ser experimentado y vivido – la primordial experiencia, que es verdadera vitalmente.
La división entre deidad y dios – que no es ni uno ni otro – expone el silencio y la calma del objeto, en su expresión absoluta, es decir, como algo que viene al encuentro experiencial. En el discurso de Boehme, el objeto se torna ágalma (y no viceversa) por el más puro y más enrarecido deseo: vivir la absorción del yo por la diferencia abismal entre deidad y dios.
El significado mediado de esta diferencia es la desproyección y la desreificación de ambos ‘deidad’ y ‘dios’, de tal manera que si lo real contiene verdad, solo es en la divinidad experimentada, existenciada y expresada del ser humano, que es la desublimación y el hacerse superfluo del concepto 'Cristo'.
La experiencia de un algo, tan importante para Boehme, la descubrimos hoy, no en la mística, sino en las dos instancias de su aufgehoben: en las artes y en la filosofía.
Impugnado y superado, podemos leer un nuevo tono en la subsistencia e insistencia del discurso codificado de Boehme: “La virtud del amor es NADA y es TODO”. Y su eco desmitificado estará presente al principio de la Ciencia de la Lógica.
Es importante subrayar, por último, que la mística no necesita de la fe, y por lo tanto reconoce que la experiencia puede acontecer, y reconoce también que puede no acontecer.
Un interés por la estructura de la experiencia hizo de Boehme mucho más que el pensador luterano que fingía ser: en su discurso el Λόγος Juanino se torna la máscara de un oscuro caos, una intensidad que propicia y da fundamento a la experiencia:
Boehme, como otros, hace diferencia entre deidad y dios, y toma el nombre Cristo como concepto del cálculo afectivo e intelectual que será la experiencia: asaltado violenta y ferozmente por la deidad, Cristo es mantenido intacto, desde lejos, por el dios.
En la lógica de Boehme, el desbordamiento proyectivo de lo interior y lo exterior del ser humano es causado por anhelo: Cristo busca vivir y ‘encarnar’ la diferencia en sí entre deidad y dios.
Esta diferencia, una partición caótica que se muestra como λόγος, es percibida por Boehme como el primer sitio donde algo podrá ser experimentado y vivido – la primordial experiencia, que es verdadera vitalmente.
La división entre deidad y dios – que no es ni uno ni otro – expone el silencio y la calma del objeto, en su expresión absoluta, es decir, como algo que viene al encuentro experiencial. En el discurso de Boehme, el objeto se torna ágalma (y no viceversa) por el más puro y más enrarecido deseo: vivir la absorción del yo por la diferencia abismal entre deidad y dios.
El significado mediado de esta diferencia es la desproyección y la desreificación de ambos ‘deidad’ y ‘dios’, de tal manera que si lo real contiene verdad, solo es en la divinidad experimentada, existenciada y expresada del ser humano, que es la desublimación y el hacerse superfluo del concepto 'Cristo'.
La experiencia de un algo, tan importante para Boehme, la descubrimos hoy, no en la mística, sino en las dos instancias de su aufgehoben: en las artes y en la filosofía.
Impugnado y superado, podemos leer un nuevo tono en la subsistencia e insistencia del discurso codificado de Boehme: “La virtud del amor es NADA y es TODO”. Y su eco desmitificado estará presente al principio de la Ciencia de la Lógica.
Es importante subrayar, por último, que la mística no necesita de la fe, y por lo tanto reconoce que la experiencia puede acontecer, y reconoce también que puede no acontecer.