Saturday, August 30, 2008

La Cultura de Masas como Mujer: Lo Otro Determinado de la Modernidad.


Flaubert inventó “Madame Bovary” o “Emma Bovary”, personaje que leía novelas de amores románticos y aristocráticos; novelas simplonas y soñadoras; al mismo tiempo la “Señora Bovary” languidecía en su vida burguesa trivial. Flaubert mismo admiró ese tipo de novelas corrientes, y un día declaró “Madame Bovary soy yo”. Está claro sin embargo que se concebía Flaubert a sí mismo como liberándose exitosamente de la inutilidad de la lectura burguesa, mientras la mujer ficticia “siguió leyendo tonterías”. Está clara la misoginia: la lectora lee cosas malas; el escritor se libera y es valiente. Esto, se cree, limita no solo a la mujer, sino a la mujer escritora.

Para Virginia Wolf es difícil decir “yo” en su novela “Christa T. Wolf”… no le es dado identificarse, mediante el cogito cartesiano y kantiano, con su producto artístico. El personaje Christa Wolf concluye, un tanto insegura: “la filosofía y la ciencia no son inventados para acercarnos a la realidad, sino para ocultarla”… este es el gesto típico de la modernidad, y sigue siendo efectuado con la cultura de masas.

Se ha enfatizado una indignación de que desde el siglo XIX el mundo de la cultura de masas es identificado con la mujer (Madame Bovary) y el mundo de la alta cultura con el hombre. Debemos tomar nota, se dice, de que el triunfo de la cultura de masas y el ascenso de las clases oprimidas también fueron contemporáneos de los movimientos en pro de la mujer – esto es algo que se oculta cuando surge la cuestión del origen de la cultura de masas.

Fueron los teóricos de Frankfurt los primeros en separar el término ‘cultura de masas’ de su género femenino – administración, tecnología de reproducción, etc. son en alemán términos masculinos. Pero ni siquiera los teóricos de Frankfurt pueden evitar el gesto de la misoginia. Pues designan a la cultura de masas como una mujer castrante que “se mira en el espejo y parece para sí misma siempre la más bella”.

Kristeva confunde las cosas cuando dice que los vanguardistas, Lautréamont, Mallarmé y Joyce escriben como mujeres; pues se forma la amenaza de que escritoras reales no puedan ocupar este mismo tipo de espacios. Nietzsche y Derrida ambos se adjudican a sí mismos la capacidad de “escribir como mujer”; pero esto también es un gesto de exclusión de las mujeres escritoras reales. Estos defensores de una masculinidad femenina imaginaria siempre toman distancia de todo feminismo. Es porque la máscara del “escribir como mujer” es un gesto de misoginia, desde Nietzsche hasta Derrida.

De muchas maneras la cultura de masas es asociada con la mujer. En la raíz está la creencia misógina de que las mujeres tienen habilidades artísticas inferiores a las de los hombres.

Nietzsche se revela como el misógino que es cuando acusa a Wagner de feminizar a la música.

Debemos anexar a la noción de una estética modernista la noción de la misoginia. El origen de esto debemos encontrarlo en el siglo XIX. Y si el posmodernismo no es más que una extensión del modernismo, entonces debemos preguntarnos hasta qué punto es capaz de propagar el cambio y la lucha contra la misoginia.